Para que todo lo sólido no se desvanezca en el aire
Resumen:
Las revoluciones industriales han traído consigo un replanteo del problema de la enajenación. Así como fue fuente de conflictos antagónicos en la primera (siglo XVIII), parecería que a partir de la tercera (siglo XX) el disimulo primero y luego el frenesí, logran una versión más “light” del choque, pero no menos peligrosa (probablemente más). Para que el ser humano real no se diluya en los avatares de la impetuosidad tecnológica, es necesario construir no solo alianzas, sino también escudos. Generar actitudes de vocación y ejercicio humanistas, para que el alma no padezca trémula en su soledad. Seguir siendo “el más nacedor” de los procesos sociales (políticos, económicos, tecnológicos, culturales) es el reto a la existencia humana, cuya realización no solo supone el enriquecimiento de la esencia de lo humano, sino también de sus producciones, incluidas las tecnológicas.